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Croacia: Istria , recorriendo el adriático

En marzo de 2020 sin esperarlo todos nos vimos sumergidos en medio de una pandemia mundial, los detalles de lo que paso entonces y los meses que siguieron después no os los voy a contar, los conocemos todos ya...


La suerte de todo eso es que después de la tormenta, llegó la calma del verano y varios países levantaron sus restricciones para que se pudiese viajar de nuevo. Aunque la calma duro poco, fue en este momento cuando pudimos aprovechar para salir un poco y viajar de nuevo.


El primer destino al que fui yo fue Croacia, concretamente en la región de Istría.

Istría es una región croata que encontramos en la península del mismo nombre. Geográficamente pertenece a 3 países, Croacia, donde está la mayor parte de este territorio, Eslovenia e Italia, esta última con una pequeña porción.


Esta región después de la I Guerra Mundial pasó a formar parte de Italia, después es una región que fue ocupada por los nazis, y tras la II Guerra Mundial pasó a formar parte de Yugoslavia. Pese a la situación vivida no hace muchos años en la ex Yugoslavia, en Istría continúan conviviendo diferentes nacionalidades, sobre todo croatas, italianos y eslovenos. Los istríos se consideran generalmente en sí mismo istríos, pero pueden ser a su vez croatas, italianos o eslovenos o todo al mismo tiempo. Por esta mezcla es muy común que la gente hable italiano o diferentes dialectos y que por ello para mí se me haga más fácil comunicarme con mi escaso conocimiento del italiano o en inglés cuando es necesario.


Yo había estado ya muchos años antes muy brevemente durante mi Erasmus. Esta vez iba para quedarme una semana. Y no era una semana cualquiera, en esa semana estaría 4 días en una barca vela con mis tres amigos de viaje (Fabio, Lorenzo y Jessica) y el patrón del barco (Luka).


Empezamos con la lista de la compra, ¿que necesitamos para el barco? Comida (suerte la nuestra que llevamos un chef en la tripulación), bebida (no puede faltar el vino istriano), crema solar, algunos juegos y estamos listos. Después de realizar varios recados para recoger todo lo necesario nos vamos al barco.


Nuestro patrón nos espera para salir y embarcarnos en esta miniaventura. Yo nunca había estado en una barca vela, soy novata y me pregunto si me marearé. Por suerte Jessica, bien precavida, lleva las pastillas “mágicas”, unas pastillas anti-mareo que te dejan en una especie de estado de embriaguez y felicidad.

La primera parte del recorrido saliendo de Pula va tranquila, tenemos un sol perfecto y la temperatura es calurosa. Luka ya empieza a tomar confianza y nosotros con él, empezamos a hacerle uno más de los nuestros.


Cuando las olas están apacibles cada uno de nosotros prueba a guiar el barco. Primero va Fabio, que siempre es muy decidido, va seguido de Lorenzo y luego voy yo. Al principio estoy insegura, pero poco a poco voy cogiéndole el “tranquillo”. En realidad, me toca una parte muy sencilla que es mantener la barca recta.


Llegamos a nuestro primer destino, a la primera isla que se llama Unije y estacamos el barco al puerto. ¡¿a qué hemos venido a Croacia?! ¡A disfrutar del mar! Vamos al agua todos y nadamos desde el barco hasta la orilla. El agua esta fresca sin estar fría, es perfecta y aquellas brazadas en el agua me parecen tan liberadoras que al llegar a la orilla solo quiero tirarme allí y respirar el aire fresco.


Fabio nos prepara una exquisita cena, que rociamos con buen vino istriano, pasamos la velada hablando y riendo. Estamos contentos de que el primer trayecto haya ido tranquilo, que no nos hayamos mareado y yo me desestreso un poco sabiendo que he podido gestionar bien el miedo a que no me gustase la experiencia en barca.



Primera noche durmiendo bajo el agua, se hace extraño, pero poco a poco te vas acostumbrando. Yo estoy muy cansada y me voy a dormir primero mientras el resto se queda charlando un poco más.


Me despierto la primera cuando el sol ya está pegando fuerte a las 7 de la mañana, y me voy a la parte de afuera a tumbarme.No se escucha absolutamente nada. Unije es una isla con muy pocos turistas. Me parece la hora ideal para leer, para disfrutar del silencio que va acompañado de ese vaivén de las olas. Fabio se despierta y nos vamos a comprar el desayuno. Entre otras cosas compramos un burek que es una tarta salada de hojaldre llana de queso, y entonces pienso “Estas vacaciones me van a gustar”. Tengo todo lo que necesito en ese momento, buena compañía, buena comida, el mar y mucho sosiego.


Primera noche durmiendo bajo el agua, se hace extraño, pero poco a poco te vas acostumbrando. Yo estoy muy cansada y me voy a dormir primero mientras el resto se queda charlando un poco más.


Después de desayunar, pasear y bañarnos otra vez. Tomamos la barca. Bueno más bien la toma Luka que nos va guiando por aguas adriáticas para irnos a nuestra segunda parada: Susak.


Susak es otra pequeña isla en la que encontramos “arena”. No es muy común encontrar arena en las playas de Croacia, pero esta es una de las pocas que la tiene. Al llegar allí yo necesitaba caminar y perderme por la isla, así que dejo a mis compañeros de viaje que disfruten del mar mientras juegan en un bote de plástico que nos hemos traído y yo me voy a pasear sola por la parte alta de la isla. La parte de arriba cuenta con callejuelas estrechas de casa blancas y puertas azules. Me parece una combinación tan propicia para esa isla en una tarde calurosa de julio donde no hay nadie por las calles. Solo los cuatro gatos locales que se meten a la sombran para que no les del calor. La parte de arriba no tiene desperdicio, sobre todo al llegar a la iglesia desde hay una vista espectacular hacia la playa de arena.

A la vuelta a la barca vela, nos disponemos a prepararnos para la velada, donde Fabio una vez más nos deleita con su cocina con su técnica para limpiar pescado recién comprado en el agua del mar. Jessica y yo nos disponemos a preparar el aperitivo con la sandía que nos hemos comprado. La vaciamos y llenamos de vino espumante ¡Qué delicia de combinación! Una vez más disfrutamos de aquel sosiego, de una velada al vaivén de olas tranquilas, de la brisa marina, de celebrar la vida.



Durante esos días de navegación al que más le gusta navegar y tomar las riendas del barco es sin duda a Lorenzo, que se ha sumergido en el mundo de la barca vela como si fuese un marinero experimentado. Se le ve feliz y a mí me gusta verle con esa sonrisa. El ambiente es tan bueno en aquella barca que empiezo a sentir que 4 días de miniaventura se van a quedar cortos.


En el tercer día nos dirigimos a Mali Losinj haciendo una parada en la isla de Ilovik para pasar allí una tarde. Aunque pasamos brevemente en esta isla, el agua es tan transparente y me da tan buenas vibraciones aquella isla, que me gustaría quedarme allí y hacer una noche allí. Pero los planes del grupo son distintos, así que nos dirigimos a Mali Losinj para pasar nuestra última velada.



Mali Losinj es una isla mucho más grande que las precedentes y eso se hace notar solamente al llegar al puerto ya que debemos buscar durante un rato el puesto donde estacar la barca. También en la cantidad de barcos que se encuentran en el puerto y como consecuencia en la cantidad de turistas. Aún así, debo decir que la tranquilidad de las islas anteriores no se deja abrumar por el barullo de esta isla. En cierto modo, recobrar un poco de bullicio y de gente en las calles, te da la sensación de estar de vacaciones o las vacaciones en el mar a las que yo estoy acostumbrada, en donde hay restaurantes a la orilla del mar, la gente pasea a lo largo del puerto, hay música y camareros que quieren que entres en sus restaurantes. Además, esta isla nos regala una preciosa puesta de sol entre barcos, que a mí me parece hasta poética.


Por primera vez en el viaje vamos a cenar fuera y por asombroso que parezca todos tenemos una sensación de mareo una vez en tierra y sentados a la mesa del restaurante. Cuando miro fijamente un punto, siento aun que pareciese estar en el barco. A todos nos está pasando, entonces no me preocupo. Paseamos por la noche a la luz de las estrellas. Esta isla sin duda tiene más vida, pero nosotros estamos cansados así que decidimos volver al barco después de un buen paseo.

Por la mañana siguiente el cielo se ha nublado, pero sigue hacienda calor. Aprovechamos para pasear por la isla por el día antes de embarcarnos en el viaje de vuelta a Pula. No queremos irnos muy tarde dado que anuncian tormentas y viento. Y al ser inexpertos en la navegación no queremos pasar por el trago de tener sorpresas inesperadas.


El viaje de vuelta se hace un poquito complicado, hay mucho viento y las olas son fuertes. Pero Luka está contento, se le ve con las pilas cargadas, quiere entrar en acción, quiere poder navegar sin motor. Y así es, navegamos 5-6 horas solamente con la vela alzada. Unas horas en los que yo he ido mareada la mayor parte del tiempo si no fuese por las pastillas mágicas de Jessica e ir mirando al frente del barco, no sé cómo hubiese terminado el viaje... Pero como decía al principio de este escrito, después de la tormenta llega la calma y llegando cerca de Pula, el cielo se abrió a nosotros, las nubes desaparecieron y el viento ceso para recibirnos la bella Pula con un gran sol.


La hermana de Fabio nos está esperando en el puerto para ayudarnos a descargar el barco y llevarnos “a tierra”. Al verme salir del barco me dice “se nota que has estado navegando, tienes la piel bronceada y una gran sonrisa”. Así me siento después de esta experiencia cargada de energía y muy feliz.

Gracias Luka, Lorenzo, Jessica y Fabio por esta agradable miniaventura. ¡Y hasta la próxima Istría!

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